Lucas Sertifa, en sus collages fotográficos, hace un proceso de educación ciudadana a partir de la mirada. No estoy seguro si hemos perdido nuestra capacidad de cuidarnos unos a otros o si realmente nunca nos han enseñado a tener este compromiso ético.
El arte puede ser un lugar interesante para encender esa chispa nunca antes vista de mirar al otro. En ese sentido, Lucas Sertifa fotografió varios aspectos del corazón de la capital del país, en la zona cercana a la terminal de ómnibus Plano Piloto, uno de los lugares más representativos de este caldo cultural en Brasil.
Cuando el artista recorta caracteres de sus fotografías, resalta ese borrado que se hace a diario. De una manera muy sofisticada, aprendimos a ignorar a las personas sin hogar, migrantes de otros estados y países de la periferia del mundo, como si fueran parte del paisaje urbano, así como los monumentos arquitectónicos.
Me gusta mucho el poema “Retrato del artista cuando una cosa”, de Manoel de Barros: “La mayor riqueza del hombre es su incompletitud […] quien compra pan a las seis de la tarde, quien sale a la calle, quien afila lápices, quien ve las uvas, etc. etc. Olvídame, Pero necesito ser Otros”.
Creo que esta incompletud es un impulso natural que se encuentra con el otro, para finalmente crear otros mundos, además de ser fundamental para comprender la centralidad de la cultura en la constitución del individuo. Lucas Sertifa sacude nuestros ojos para que podamos ver. Esta deuda histórica de no mirar crece día a día, con interés compuesto. Todavía vivimos en un Brasil con una casa grande y cuartos de esclavos.
Hemos perfeccionado las técnicas de no ver o curar solo lo que es cómodo para los ojos. Nos corresponde a todos, pueblos privilegiados, enfrentar estos desafíos con acciones más objetivas y prácticas, basadas en la descolonización de nuestra mirada, nuestra empatía y compasión con lo invisible, más visible que nunca.
